el difícil retorno al hogar de la fauna silvestre

La reintroducción de especies a su hábitat natural es una herramienta poderosa para la conservación de animales. Sin embargo, esta práctica podría causar más daño que bien, tanto al individuo como al medio.
Ellos no viven juntos. Nunca se conocieron y ni siquiera proceden de la misma zona. Quienes los cuidaron hasta hace unos cinco meses eran tan diferentes como ellos mismos. Algunos los trataron con cariño, otros simplemente como un objeto más. Ni siquiera sus nombres tienen algo en común. Lo que el jaguar Jacinto, el perezoso Chocho y la mona Juana comparten es que fueron víctimas de ecologistas entusiastas que intentaron reintroducirlos en el monte.
La reintroducción de especies es una práctica ambientalista que devuelve animales o plantas al hábitat del que provienen y del cual, por una razón u otra, fueron retirados. Si esto no es posible, ya sea porque el área de origen está dominada por los humanos o simplemente ya no cuenta con las características necesarias, se busca un medio similar al original.
Esta medida comenzó a practicarse a finales de la década de los 60 en África. La idea era movilizar a los especímenes afectados por la devastación de sus territorios, causada por empresas madereras.
Las sociedades zoológicas europeas y americanas tomaron la decisión de capturar a los animales afectados mientras duren los trabajos, para luego devolverlos a sus territorios de origen. No todos los esfuerzos fueron exitosos.
Decisión peligrosa
Nadie sabe cómo Jacinto llegó a vivir en las afueras de Trinidad. Fue la mascota de una familia de la zona por un año. Al principio se pensaba que era un gato montés o tigrecillo. Pero Jacinto creció mucho y el peligro para los vecinos y animales domésticos aumentó.
Algunos ecologistas aficionados sugirieron que se lo devolviera al monte. Un grupo de bienintencionados, pero poco preparados, realizó el emprendimiento.
Nunca más se supo de Jacinto, pero, un mes después, una piel de jaguar era exhibida en el mercado, indicando que perteneció a un animal que se alimentaba de animales domésticos y no escapaba cuando se acercaban los humanos.
“El tema de la reintroducción de especies es muy delicado dentro de la comunidad conservacionista”, explica Roberto Náyar, científico de la Wildlife Conservation Society (WCS). “Hay riesgos muy altos en estas operaciones”.
Náyar identifica tres problemas potenciales que pueden presentarse cuando un animal es devuelto a la vida silvestre: inadaptabilidad de los especímenes, la aparición de enfermedades desconocidas y el rechazo del hábitat al animal.
El caso de Jacinto es un tipo de inadaptabilidad. Un animal silvestre que se crió con los humanos difícilmente puede volver a vivir en un ambiente silvestre. “Para comenzar, si es un depredador, no aprendió nunca a cazar presas silvestres, por lo que se acercará a las estancias para comer vacas, cerdos y gallinas y no temerá la presencia de los humanos, ya que está acostumbrado a ellos”, señala Náyar.
Esto presentó muchos problemas a los conservacionistas que criaban animales en cautiverio para luego reintroducirlos en los territorios de la especie. Para evitar que el animal en cuestión desarrolle conexión con sus cuidadores humanos, los investigadores estudian diferentes métodos para reproducir la crianza natural.
Muerto en vida
Biológicamente, el animal que es retirado de su hábitat y no es devuelto de forma inmediata, es considerado como un espécimen muerto para la naturaleza. Náyar indica que el mismo ecosistema reacciona como si ese individuo muriera de forma natural.
Aunque el animal no se adapte a la convivencia con humanos, su regreso es casi imposible. Juana, una mona araña de la Amazonia del departamento de Santa Cruz, es prueba de ello. Fue capturada por un cazador cerca de Santa Ana de Chiquitos.
El cazador intentó tenerla como una mascota, pero el temperamento agresivo del primate obligó a su captor a regresarla a su lugar de origen. El animal, reconocible por una cinta roja que le atara en la muñeca una de las hijas del cazador, fue encontrado muerto al mes de su liberación. Los mismos monos rechazaron su presencia.
Luis Fernando Terceros, miembro de la Fundación Noel Kempff Mercado de Santa Cruz, sostiene que, al menos en Bolivia, gran parte de los intentos de reintroducción de especies fracasa, porque “muchas especies son territorialistas y la llegada de un nuevo individuo puede violentar a la especie nativa del lugar, viéndolo como un competidor. Por lo tanto, tratará de eliminarlo o desplazarle del lugar”.
El veterinario del zoológico de la ciudad de La Paz, Fidel Fernández, asegura que cualquier intento de reintroducir a una especie debe contar con un sistema riguroso de control y monitoreo del animal.
Pero, “pese a tener todas las condiciones para hacer una reintroducción \'óptima\', hay casos de fracasos importantes como la muerte de ocelotes en Costa Rica por inadaptabilidad e incapacidad para cazar”, agrega el veterinario.
Para cumplir con los requisitos indispensables para un trabajo serio, se necesita de un presupuesto alejado de las capacidades de los países sudamericanos. Por ello, los intentos de reintroducir animales en Bolivia suelen fracasar.
Uno de estos casos fue el de la introducción de perezosos, llamados pericos en Santa Cruz. Chocho fue uno de los animales que volvieron a su hábitat. Sin embargo, su destino es desconocido.
Luis Fernando Terceros indica que “los perezosos son animales que, por sus características, no implican mayores problemas en su reintroducción, pero no se hizo seguimiento sobre su desarrollo en su hábitat. Por lo tanto, se desconoce el destino final de los pericos”.
Pero este problema no es sólo boliviano. Un estudio publicado por la revista Biological Conservation el año 2000 indica que de 116 casos de reintroducción estudiados, un 27 por ciento fracasó, mientras que de un 47 por ciento el resultado es incierto por fallas en el monitoreo de especies.
De este número, el 25 por ciento no estaba dedicado a la conservación de la especie sujeto. Además, no se especificó el objetivo del trabajo de reintroducción.
La sombra de las enfermedades
Pero el mayor riesgo, como coincidieron Náyar, Fernández, Terceros y el biólogo Fabián Beltrán, es el de enfermedades mortales. Un animal que tiene contacto con los humanos adquiere virus típicos de animales domésticos frente a los cuales no tiene defensas, aunque pueden ser tratadas. “El problema es que cuando retornan a su hábitat llevan con ellos el mal, que puede causar estragos, no sólo en individuos de la misma especie, sino en otros”, explica Fernández.
“En los 90, en Estados Unidos se intentó repoblar a los perros de las praderas. Fue un desastre. Los animales se infectaron con parvovirosis, lo que hizo estragos en la población silvestre”, añade Náyar.
El riesgo también es para los individuos que regresan al hábitat. Este animal será expuesto a las enfermedades del ecosistema donde llegue (enfermedades endémicas) y es posible que no sobreviva por falta de defensas que los especímenes silvestres de la zona tienen.
Fernández agrega que para lograr un trabajo óptimo de reintroducción se requiere de un control y evaluación constante de los sujetos a ser liberados. Pero, “lamentablemente, se necesita hacer pruebas laboratoriales especializadas, que en la mayoría de los casos no existe en Bolivia y Sudamérica”.
El problema de salud es más grave en las poblaciones rurales que viven cerca de ecosistemas silvestres. Como el caso de Jacinto —que es muy común con tigrecillos, monos, quirquinchos y tejones—, los pobladores adoptan un animalito como mascota, y cuando se vuelve en un problema, lo abandonan en el ecosistema sin ninguna preparación, ignorando el daño que ocasionan.
En estos casos, según expresan los expertos, los zoológicos serían la opción más viable, aunque son muy pocos los animales que salen de su hábitat que terminan en estos centros especializados.
Falta de normas
“En algunos países las reintroducciones son autorizadas siempre y cuando el animal en cuestión no haya pasado más de 48 horas fuera de su hábitat, o sea, que las reintroducciones tienen que ser violentas y debe contar con monitoreo”, advierte Luis Fernando Terceros.
En la Argentina, siguiendo estos parámetros, un programa de conservación de cóndores se divide en dos partes. Uno de ellos se encarga de curar aves que fueron heridas de manera rápida. Luego de la convalecencia son devueltos al hábitat lo más rápido posible.
El otro sistema recurre a la crianza en cautiverio. Los resultados iniciales indican que los cóndores que fueron devueltos de inmediato tienen mayores posibilidades de prosperar que los otros.
Pero, la mejor alternativa es el control del movimiento de animales. “Hay que concientizar a la gente acerca del daño que se hace cuando se retira un espécimen de su lugar de origen”, reclama Náyar.
El tráfico ilegal de animales es una de las actividades criminales más lucrativas. Coleccionistas de mascotas, cazadores y espectáculos de entretenimiento pagan exorbitantes cantidades de dinero por especímenes exóticos. Éste es el mayor problema. El cautiverio no es la mejor vida para los animales silvestres, cuyo camino de retorno a casa es casi intransitable.
Texto: Jorge Soruco Ruiz •

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